Las 10 mejores obras de los Museos Capitolinos de Roma
Si te apasiona el arte y la historia no puedes perderte los Museos Capitolinos de Roma. Las colecciones del museo más antiguo del mundo te dejarán asombrado. ¿Estás preparado?
Desde que el Papa Sixto IV donara un conjunto de bronces a los Museos Capitolinos de Roma en el siglo XV, su colección no dejó de crecer convirtiéndose así en el principal museo municipal de la ciudad y en un lugar imprescindible que conocer durante una escapada a la capital italiana.
Entre sus muros hay muchísimo que ver. Auténticos tesoros artísticos de épocas diferentes de los que te hago un pequeño adelanto en este post para ayudarte a contextualizar lo que podrás descubrir una vez estés allí. ¡Ah! Y no olvides echar un vistazo al precio de las entradas a los Museos Capitolinos y a los horarios de apertura de los Museos Capitolinos para preparar tu visita al detalle.
1. La Loba Capitolina
En el centro de la Sala de la Loba en los Museos Capitolinos se encuentra la estatua de la Loba Capitolina, el símbolo de Roma.
Cuenta la leyenda que esta loba halló en las aguas del Tíber, cerca de la colina Palatina, a los gemelos Rómulo y Remo a quienes cuidó y amamantó como si fueran hijos suyos. Ambos serían más tarde los fundadores de la ciudad aunque muchas teorías afirman que este mito es tan sólo una invención de los romanos para envolver de épica y gloria el nacimiento de la ciudad imperial.
La estatua de la “Loba Capitolina” data de los siglos XI ó XII y está elaborada en bronce. Se cree que es una copia de una estatua etrusca que tenía un papel sagrado en la Antigua Roma. Las dos pequeñas figuras de Rómulo y Remo que acompañan a “Luperca”, en cambio, se añadieron al conjunto posteriormente hacia finales del siglo XV.
Como curiosidad, en la Plaza del Campidoglio (desde cuyo mirador hay una de las mejores vistas de Roma) existe una réplica de la Loba Capitolina que también atrae muchas miradas. ¡No te olvides de tomarle una foto!
2. La Estatua ecuestre de Marco Aurelio
Durante la época del Imperio Romano, las estatuas ecuestres eran muy numerosas en la ciudad pero lo que hace especial a la de Marco Aurelio es que se trata de la única estatua ecuestre de la Antigüedad que sobrevivió a la Edad Media. Y es que durante este periodo la mayoría de estas obras de arte se fundieron para acuñar monedas con su bronce.
Si la Estatua ecuestre de Marco Aurelio ha llegado hasta nuestros días es porque se le confundió con el emperador Constantino I, quien mediante el Edicto de Milán detuvo la persecución contra los cristianos y dio libertad de culto en el Imperio.
Actualmente la estatua se halla en el Palacio de los Conservadores de los Museos Capitolinos y existe cierto debate en torno a cuál fue su ubicación original. La más probable parece el Foro Romano o la Piazza Colonna (donde estaba la Columna Antonina) y no cerca de la Basílica de San Juan de Letrán donde atestiguan fuentes medievales desde el siglo X.
Podrás ver una réplica de esta estatua de bronce del siglo II d.C. en la Plaza del Campidoglio, donde Miguel Ángel colocó la original en el siglo XVI.
3. El Gálata moribundo
Junto con las anteriores, la estatua del Gálata Moribundo es una de las más populares de los Museos Capitolinos, ya que muestra con un gran realismo el dolor de un galo vencido en combate por el rey Átalo I de Pérgamo, que lucha contra la muerte y se niega a claudicar ante su destino.
Se cree que esta obra es una copia romana en mármol de una obra helenística anterior en bronce, que se enmarca dentro de la Escuela de Pérgamo que acostumbraba a ahondar en la expresión del pathos. Su calidad artística la convirtió en una de las obras de la Antigüedad más admiradas por los viajeros europeos del Grand Tour.
Parece ser que la estatua del Gálata Moribundo se descubrió durante unas excavaciones en Villa Ludovisi a comienzos del siglo XVII junto a la estatua Galo suicidándose (expuesto en el Palacio Altemps del Museo Nacional Romano) pues ambas formaban parte de un grupo escultórico de cuatro figuras.
4. La Venus Capitolina
La Venus Capitolina es otra de las estatuas más populares de los Museos Capitolinos. La encontrarás en el conocido como “Gabinete de Venus”, en la planta baja del Palacio Nuevo del Campidoglio.
Esta escultura es una réplica de una helenística creada por Praxíteles en el siglo IV a.C. Se halló en las inmediaciones de la Basílica de San Vital en el siglo XVII y el papa Benedicto XIV se la compró a la familia Stazi para donarla a los Museos Capitolinos.
Representa a la diosa Venus saliendo del baño desnuda, en actitud de recogimiento y ha sido objeto de numerosas réplicas conocidas como “Venus Capitolinas”.
5. La cabeza de la estatua colosal de Constantino
En la misma sala del Palacio de los Conservadores donde se encuentra la estatua ecuestre de Marco Aurelio podrás contemplan también la cabeza de la estatua colosal de Constantino, que formaba parte de una estatua sedente del emperador fechada en el siglo III d.C. de la que aún se conservan otras partes de la misma y que podrás ver también en la visita a los Museos Capitolinos.
Los restos de la estatua colosal de Constantino se localizaron en la Basílica de Majencio, en el Foro Romano, en el siglo XV.
6. El Espinario
Esta escultura de bronce perteneciente al siglo I a.C. es otra de las obras más populares de los Museos Capitolinos por su singular pose y temática poco frecuente. De hecho, durante el Renacimiento llegó a ser muy apreciada y dio lugar a varias réplicas como las que se exponen en el Museo del Louvre en París o en el Museo Pushkin de Moscú.
El Espinario representa a un muchacho sentado que se observa la planta del pie izquierdo para sacarse una espina que se le ha clavado.
7. El Busto de Medusa
En la mitología griega, Medusa era una mujer con cabellos de serpientes que tenía el poder de petrificar a cualquiera que se atreviera a mirarle a los ojos.
Este busto es una obra realizada por Gian Lorenzo Bernini en el siglo XVII que representa el momento exacto de la metamorfosis. La intención del artista con esta escultura era manifestar el talento del escultor a la vez que jugar con el espectador, a quien puede “dejar de piedra” como Medusa cuando admire sus habilidades con el cincel.
Encontrarás esta obra de arte expuesta en el Palacio de los Conservadores de los Museos Capitolinos.
8. El Marforio
Otra de las obras de arte más famosas de los Museos Capitolinos es el Marforio, una colosal escultura de mármol que data del siglo I d.C. y que en un principio adornó una fuente romana de época flavia.
Representa a la personificación de un océano o de un río y se halló en el siglo XVI en el Foro de Augusto, junto al templo de Marte Ultor. En la actualidad se puede contemplar en el patio del Palacio Nuevo.
9. El Mosaico de las Palomas
Este fantástico mosaico del siglo II que se halló en la Villa Adriana de Tívolí durante el siglo XVIII se cree que es una copia helenística de la obra que Soso de Pérgamo realizó para decorar el palacio del rey Eumenes II de Pérgamo.
El Mosaico de las Palomas es un ejemplo excelente del grado de destreza que alcanzó la técnica musivaria en Roma creando efectos muy realistas con sólo unas teselas de vidrio y mármol.
Puedes contemplar esta obra en la Sala de las Palomas. Allí también tendrás la ocasión de ver otros hallazgos de interés como otros mosaicos, bajorrelieves y algunas tablas de bronce con leyes grabadas.
10. La Buenaventura de Caravaggio
Por último, en la sala de Santa Petronilla podrás observar el lienzo de La Buenaventura, una de las primeras obras del pintor Caravaggio que fue bastante revolucionaria para finales del siglo XVI ya que se salía del marco histórico dominante en la época (donde abundaba la temática bíblica y mitológica) para centrarse en la vida cotidiana de las gentes de aquel tiempo.
La Buenaventura representa a una gitanilla prediciendo el futuro a un joven ingenuo al que también le roba el anillo de su mano aprovechando que está distraído con su sonrisa.
Además de por la temática, tan diferente a la habitual, esta obra causó revuelo entre los estetas de la época. ¿El motivo? Fíjate en las manos de la muchacha porque Caravaggio las representó sucias, reflejando así la falta de higiene de las clases populares de aquel momento.
Como decía, esto no gustó nada a los estetas quienes en sus pinturas no realizaban ninguna concesión a la vida cotidiana sino que afirmaban que en el arte la belleza debía ser priorizada y elevada por encima de los temas sociales.